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Vive una experiencia sensorial única, donde cada sorbo es un homenaje a la historia y cultura local
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En lugares como Tandil, el paraje Macedo y Chapadmalal, las viñas bonaerenses florecen, ofreciendo un vino auténtico que desafía las convenciones establecidas.

Este crecimiento de las viñas es un reflejo de un alma cultural e histórica, que se sirve en copa y conquista a quienes buscan experiencias únicas en el mundo del vino.

Las bodegas de esta región están redefiniendo lo que significa ser un productor de vino en Buenos Aires. Con técnicas innovadoras y un enfoque en la sustentabilidad, cada botella que emergen de estas tierras captura la esencia de una región en transformación.

Brindar por lo inesperado se convierte en un acto de celebración, donde cada sorbo es un homenaje a la implacable voluntad de crecer y adaptarse.

Visitar las viñas en Tandil y Chapadmalal es mucho más que solo degustar vino. Es una experiencia sensorial que permite a los visitantes conectar con la tierra y su historia. Al pasear entre las vides y respirar el aire fresco del campo, se siente la vibración de un lugar que, a pesar de sus nuevas tradiciones, guarda un profundo respeto por su pasado.

Sierra, sol y vino: la postal de Cordón Blanco en Tandil

Los vinos no se apuran y Cordón Blanco -@cordonblanco- sabe que lo verdadero necesita su tiempo. A 350 kilómetros de la capital del país, con una amplia vinificación de carmenere, syrah, sauvignon blanc, semillon, merlot y cabernet franc, la bodega invita a un recorrido de dos hora con degustación a cargo de un  experto enólogo.

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“El proyecto comenzó en 2006, cuando realizaba una capacitación en Buenos Aires, un profesor me dijo que Tandil era una zona muy parecida al sudoeste de Francia, así fue como en 2008 plantamos el primer viñedo en La Elena,  junto a mis hermanos”, relató Matías Lucas, propietario.

Hay algo profundamente humano en estos vinos. Tal vez porque nacen cerca o porque detrás de cada botella hay manos reales, rostros concretos, decisiones que se tomaron. “En 2013 plantamos el segundo viñedo en Don Bosco, a 14 kilómetros del primero, producto de una búsqueda de un suelo diferente dentro de la localidad. Creamos variedades más pensadas y definitivas”, agregó.

Viñedos jóvenes, bodegas boutique, producciones limitadas. Pero en cada botella hay una historia que vale la pena escuchar. Porque acá, más que etiquetas, hay relatos como el de Matías, que con 24 años abrió su viñedo y es uno de los primeros que hubo en la Provincia.

Y aunque algunos de estos vinos ya pisan fuerte en catas y concursos, el verdadero premio es otro: la construcción de una identidad. Una identidad que no imita, sino que se reinventa. Que no responde a una receta, sino al pulso de la tierra.”Tenemos dos líneas de vinos, la de entrada cabernet franc joven que es el más solicitado, después todos reservas que pasan por barrica y hormigón”, detalló.

Para los que habitan las grandes ciudades, visitar un viñedo bonaerense es una manera de escaparse sin huir del todo. Basta con unas horas de ruta para cambiar el ruido por el canto de los teros, el cemento por la tierra húmeda, el apuro por el ritual lento de esta bebida.

Luego de visitar la bodega de Cordón Blanco y antes de que baje el sol, una opción popular entre turistas son los paseos a caballo. Durante la travesía, se experimenta la vida de campo desde la arriada y la ensillada con relato sobre referencias históricas, geológicas y características de la flora y fauna. Concluye con un fogón final emotivo, entre guitarreadas y platos gastronómicos deliciosos.

Donde el mar susurra vino, Trapiche Chapadmalal

El vino, en estas tierras, no sigue el guion clásico. No hay postales de viñedos en terrazas andinas ni cielos limpios de altura. Lo que hay es llanura y amaneceres que huelen a arena mojada. A 396 kilómetros de La Plata, Trapiche Chapadmalal -@trapichearg- sirve el vino más vibrante de la región.

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“Un viaje apasionante, lleno de desafíos y logros que nos enorgullece profundamente. Cada botella refleja el carácter único de nuestro clima marítimo y el compromiso de todo nuestro equipo por ofrecer vinos de excelencia”, comentó el enólogo de la bodega con 10 años de vida.

Desde el 2015 se destaca como uno de los mejores vinos de la Costa Atlántica, acercando también, el turismo inminente de Mar del Plata a una experiencia enológica única en un entorno natural.

El mar se siente en cada copa. Hay una frescura atípica, una acidez vibrante, un perfume a pasto húmedo y sal que le da identidad propia a blancos y tintos jóvenes, elegantes, llenos de vida. En Trapiche Chapadmalal la costa se vuelve copa. Y el brindis, paisaje.

Trapiche no es solo una bodega: es una experiencia costera y serena. Un plan que combina enoturismo, gastronomía, paisaje y un cierto estado de ánimo. Porque acá se viene a probar, sí, pero también a quedarse un rato. A mirar el cielo. A dejar que el viento se lleve los pensamientos.

Permanece abierto de miércoles a domingos, y feriados, de 9:00 a 17:00, con visitas guiadas por la bodega y los viñedos que incluyen distintas opciones de degustación en av. Antártida Argentina Km 16, Estancia Santa Isabel.

Antiguo Legado: vino con memoria en el corazón del campo

En Macedo, un pequeño paraje donde el tiempo parece haberse detenido entre estaciones de tren y campos infinitos, hay un rincón que guarda una historia en cada copa: Antiguo Legado -@antiguo_legado -, a 331 kilómetros de Capital Federal y a 30 kilómetros del mar. Una bodega familiar, de esas que se hacen paso a paso, con paciencia, manos propias y orgullo bien plantado.

Las vides crecen en plena pampa húmeda, acariciadas por el rocío y el viento suave del oeste bonaerense. Los vinos tienen ese carácter de lo hecho con el alma: honestos y expresivos. Tintos intensos, blancos fragantes, vinos jóvenes y también otros que esperan, como quien sabe que las cosas buenas maduran lento.

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Antiguo Legado no busca deslumbrar; busca conectar. Con la tierra, con el origen, con una forma de hacer las cosas que respeta los ciclos, los silencios y las raíces. Visitar la bodega es entrar a un mundo sin apuros: caminar entre hileras, compartir un brindis bajo la parra, comer algo rico y escuchar historias que no están en las etiquetas. Las visitas están a cargo de la Dirección de Turismo de Macedo.

En Macedo, el vino no es solo bebida. Es herencia, paisaje y relato. Y Antiguo Legado, su voz más clara.

Los vinos bonaerenses no gritan: susurran. No buscan fama, buscan quedarse. Son vinos que nacen cerca del mar, del campo, de la sierra, y también cerca de la gente. Macedo, Tandil y Chapadmalal invitan a descubrir lo inesperado en una copa sencilla con un paisaje bueno, bonito y bonaerense. Ideales para visitar durante las vacaciones de invierno o para escapadas todo el año.

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