La obra, que se estrenó este miércoles a la noche en el teatro Astros, es un enorme collage donde caben infinidad de lenguajes atravesados por el humor y, a esta altura del desarrollo de la sociedad humana, la inevitable corrosión burlesca que se merece el mundo como respuesta a sus asombrosas brutalidades.
El dramaturgo, director y actor Rafael Spregelburd estrenó este miércoles a la noche en el teatro Astros de la porteña avenida Corrientes su comedia pesadillesca «Inferno», que en tono corrosivo y con fuerte vitalidad escénica recorre los oscuros bordes de la delación, la culpa y la tortura sobre el fondo ominoso de los restos de la última dictadura militar.
De a momentos hilarante, en otros divertida y sobre el final oscura, «Inferno» comienza como un juego de las almas cuando dos catequistas irrumpen en la habitación de un periodista de notas turísticas en su resaca matutina luego de una trasnoche de alcohol para informarle que el infierno fue abolido por decreto Vaticano.
Lo que podría ser un alivio se transforma sin embargo en una encrucijada existencial por cuanto el pasaje de la materialidad a la metáfora del infierno supone su pertenencia al orden del lenguaje y por tanto su presencia absoluta en la Tierra y en el presente ante lo cual es necesario escapar de él.
Para esto, las catequistas proponen al periodista, que las atiende en calzoncillos y soquetes, una suerte de juego de postas-escenas en las que deberá ir consiguiendo cada una de las siete llaves de la virtud (humildad, caridad, castidad, paciencia, templanza, generosidad y fortaleza) a través de distintas situaciones.
Hábilmente, el texto de Spregelburd esconde sus verdaderas intenciones y todo lo que parece ser, recién muy sobre el final se revela como tal y asume la cara más descarnada de su crudeza material, permitiendo que en la obra, el horror subyacente al estado del periodista pueda ser transitado bajo la forma de la risa, la burla, la exageración, la comedia y el salto de sentido.
Andrea Garrote, que extrema en forma brillante múltiples habilidades interpretativas componiendo cinco personajes diferentes, entre ellos una de las catequistas; y Violeta Urtizberea, la otra catequista, a la altura de su coequiper y cargo de cuatro roles distintos, son las encargadas de mantener arriba la farsa, darle sus contenidos más divertidos y alfombrar el tránsito a la pesadilla entre risas y con actuaciones convincentes y de a momentos adorables.
La escena se completa con Spregelburd como el desorbitado periodista que no termina de caer en la cuenta de lo que sucede y no sabe si todo es una conflagración ilusoria o una oportunidad de salvación, y con Guido Losantos, que funciona en la mayor parte de la obra como una duplicación del periodista, ya sea fantasmal o material; ambos con trabajos convincentes.
También ellos componen varios personajes, pues la obra, al modo de la narrativa de Georges Perec, se abre constantemente en distintas escenas o ficciones que a su vez habilitan otras, en un tránsito dominado por el caos que recién al final encuentra su sentido.
El músico Nicolás Varchausky, exlíder de la primera 34 Puñaladas y cerebro deslumbrante de la escena musical que ya participó con Spregelburd en distintos proyectos, completa la escena, sonorizando con guitarras, platillos, discos y electroacústica el espacio escénico al proponer una banda sonora en vivo ejecutada por él y sus instrumentos y artefactos.
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La obra
«Inferno» nació para satisfacer un pedido de un teatro público de Austria a Spregelburd para que armara una obra sobre «El jardín de las delicias» de El Bosco que el dramaturgo argentino transformó en un tránsito sobre la siete virtudes en espejo a los siete pecados capitales de la obra del pintor flamenco y a la que ahora le dio versión local y llevó a escena de su propia mano.
La obra es un enorme collage donde caben infinidad de lenguajes atravesados por el humor y, a esta altura del desarrollo de la sociedad humana, la inevitable corrosión burlesca que se merece el mundo como respuesta a sus asombrosas brutalidades.
Conviven la duplicación, el artificio extremo, la risa, recursos experimentales pero también tonos y diálogos extraídos del más lúcido y picaresco humor de la «calle Corrientes», a la que Spregelburd accede por primera vez con texto propio y como desafío a prejuicios y preconceptos.
CUÁNDO Y DÓNDE
Inferno se puede ver los miércoles de septiembre a las 20.30 en el teatro Astros (Corrientes 746). Tiene dramaturgia y dirección de Rafael Spregelburd, actuaciones de Spregelburd, Andrea Garrote, Violeta Urtizberea y Guido Losantos; diseño sonoro y música en vivo de Nicolás Varchausky, diseño de escenografía e iluminación de Santiago Badillo, vestuario de Lara Sol Gaudini, producción artística de Carolina Ategmayer, producción ejecutiva de Andrea Stivel y Claudio Gelemur.
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«Las cautivas» y «El gato y su selva», entre otras novedades de la cartelera porteña
Cinco propuestas teatrales se recortan en los escenarios porteños: «Las cautivas», de Mariano Tenconi Blanco; «El gato y su selva», de Samuel Eichelbaum; «Sumergida», de Lourdes Cerdán; «Cosa hecha», de Ignacio Torres y «Detrás de esa puerta», de Rafael Calomino.
«Las Cautivas», sólo dos semanas
Por dos semanas, “Las cautivas”, escrita y dirigida por Mariano Tenconi Blanco e interpretada por Laura Paredes y Lorena Vega, estará en el escenario de la sala Casacuberta del Teatro San Martín, Corrientes 1530, desde el viernes 16 de septiembre a las 20.30, hasta el domingo 25 a las 17 y a las 20.30.
En la obra, ambientada en el siglo XIX, un malón irrumpe en una boda y secuestra a la novia, una francesa que será salvada y seducida por una indígena; las dos mujeres se fugarán juntas a través de la monótona geografía de la Pampa. Si el origen del teatro, la tragedia griega, se propuso fundar mitos, “Las cautivas” se ofrece como una refundación, como pura ficción o como una metafísica, dice Tenconi.
La producción artística pertenece a Carolina Castro, el vestuario a Magda Banach, la música original en escena es de Ian Shifres, el diseño de movimiento de Jazmín Titiunik, la iluminación de Matías Sendón y la escenografía de Rodrigo González Garillo.
«El gato y su selva», un clásico del teatro nacional
El clásico “El gato y su selva», del dramaturgo argentino Samuel Eichelbaum, con dirección de Mariano Dossena, que cuenta la historia de un solitario que se enfrentará por primera vez a sí mismo con la llegada de una mujer en su vida, se ofrece en la céntrica sala Andamio ’90, Paraná 662, los viernes a las 21.30.
El hombre se niega al amor de cualquier mujer; a sus 40 años se declara, con orgullo, autosuficiente, pero sus certezas tambalean cuando una pareja de amigos se separa. Y es que la mujer ha sido el amor de su vida y vuelve a buscarlo. Entonces deberá elegir: ¿entregarse al amor y al deseo? ¿O negarse a él, en virtud de la razón y de un misterioso destino personal?
Los intérpretes son Pablo Rodríguez Albi, Cristina Dramisino, Alejandro Falchini, Cristina Fernández, Celeste Gerez y Mora Monteleone, con escenografía y vestuario de Nicolás Nanni, iluminación de Claudio del Bianco, música de Diego Lozano, producción ejecutiva de Jennifer Aguirre Woytkowski y Cristina Dramisino y asistencia de dirección de Esmeralda Giménez, con agradecimiento a Martín Eichelbaum.
Lourdes Cerdán debuta como autora y directora
La obra “Sumergida” es la ópera prima de la actriz Lourdes Cerdán, discípula del maestro Raúl Serrano, que se pregunta “¿Qué pasa cuando emerge el deseo irrefrenable de terminar con todo aquello que obstaculiza nuestra felicidad?” y se verá los miércoles a las 20, a partir del 14 de septiembre, en Área 623, ubicado en Pasco 623, barrio de Balvanera.
En alguna región del litoral argentino, un hombre ha reprimido sus deseos al punto de quedar marginado y transformado en su propia cárcel, pero el reencuentro con un viejo amigo produce una hermandad como las dos caras de una misma persona, dejando ver sus juegos, el dolor, el amor, la sensualidad y las ausencias que aparecen.
Actúan Ariel Osiris y Mario Riccio, con puesta en escena, coaching vocal y montaje de escena de baile de Dalila Real, música y sonido de Fernando Giusiano, piano y arreglos muiscales de Rafel Asioli, vestuario de Florencia Cuzchik, luces de Manuela Serrano Bruzzo, composición musical de Mariam Rujana, escenografía, dramaturgia y dirección de Lourdes Cerdán.
Un futuro impreciso acecha en «Cosa hecha»
“Cosa hecha”, con dramaturgia y dirección de Ignacio Torres, se ubica en un futuro impreciso donde existe un conflicto entre lo nuevo y lo tradicional que habita en todos los tiempos y se puede ver los sábados a las 20 en El Brío Teatro, Álvarez Thomas 1582, barrio de Villa Ortúzar, con entradas por Alternativa Teatral.
¿Cuál es el límite de las aplicaciones en los celulares? ¿Qué cambios se avecinan? ¿Cuáles son nuestras raíces? Una nueva ley permite adoptar hijos a través de aplicaciones; la provincia de Córdoba se ha independizado del resto del país, entre el k-pop y la lengua mapuche, entre las cerezas y la maternidad, entre el norte y el sur, las parejas siguen estallando en amores desaforados y odios viscerales.
El elenco está integrado por María Canale, Francisco Bertín, Adriana Ferrer, Marcelo Pozzi y Lourdes Varela, con escenografía y vestuario de Maricel Aguirre, iluminación de Ricardo Sica, coreografía de Sofía Luna, producción ejecutiva de Marina Kryzczuk y asistencia de dirección de Tomás Torres Oviedo.
Nueva temporada para «Detrás de esa puerta»
“Detrás de esa puerta”, de Rafael Calomino, con dirección de Eduardo Lamoglia, emprende su segunda temporada en la sala El Tinglado, Mario Bravo 948, barrio de Almagro, e invita al espectador a sumergirse en un juego de imagen y espejo, de estímulo y contraestímulo, los domingos a las 15, con entradas por medio de http://www.alternativateatral.com/obra75761-detras-de-esa-puerta
Dos sujetos se debaten dialécticamente sobre la muerte, la redención, el amor y la inoperancia de la justicia, provocando una simbiosis entre sí. Un policial psicológico sobre las obsesiones y fantasmas de la mente humana, sumergida en un juego sin fin donde todo empieza, termina y vuelve a empezar.
Actúan Pepe Monje, Eduardo Lamoglia y Claudia Mac Auliffe, con escenografía de Sabrina López Hovhannessian, musicalización de Martín Pavlovsky y ayudantía de dirección y producción ejecutiva de Adriana Yasky.
