El truco –si se lo puede llamar así– está en la versatilidad brutal de Campi, que demuestra que está en su mejor momento. No le alcanza con cambiar la voz o ponerse una peluca: se transforma. Cada personaje tiene su cadencia, su ritmo, su manera de mirar. Cada uno podría ser el protagonista de una obra aparte, pero juntos forman un mosaico entrañable de lo que somos.